Los años que siguen resultan un tanto angustiosos, con una organización que, reducida al mínimo, se entrega con denuedo a la tarea de garantizar la continuidad de la iniciativa. Se perfilan en esa época las ideas eje que van a guiar las actuaciones posteriores de la Asociación: implantación en la sociedad naviega –particularmente en sus sectores más jóvenes-; fomento de la natación como deporte de base; promoción del Descenso entre la natación de élite. Poco a poco –y siempre con el apoyo moral que aportan los nadadores que, a pesar de las diversas dificultades, acuden anualmente (y cada vez en mayor número) a Navia-, la situación se va consolidando. Se llega así a la celebración de la edición vigésimo quinta del Descenso (1982), que actúa en el subconsciente como una confirmación intuitiva de que el futuro está ahí y merece la pena esforzarse por él. Tal estado de ánimo se aprecia con nitidez en un párrafo de un artículo publicado en ese año:
«…el XXV Descenso no se ha preparado entre el 31 de Agosto de 1981 y el 8 del mismo mes de 1982. La organización del XXV Descenso comenzó en 1958, quizá antes. Y muchos hombres y mujeres de toda ideología, carácter, clase, posición social, en las más diversas circunstancias personales, hicieron posible esta edición. A ellos tiene mucho que agradecerles la natación provincial, incluso la nacional (por más que la Federación lo menosprecie), el turismo (por más que la Subsecretaría correspondiente se empeñe en ignorarlo), los nadadores que disfrutaron en Navia, los visitantes que vinieron a pasar un día de entretenimiento,… y, sobre todo, ese ente abstracto formado por un paisaje, unas gentes, un modo de sentir y pensar que llamamos «pueblo de Navia». Porque toda esa multitud de trabajos, colaboraciones, desvelos y sueños ya forman parte de la Historia y de la Cultura de Navia.
El redactor cree que se justifican así veinticinco años de ilusión colectiva pero ¿para qué? ¿sólo para abocar al breve día del XXV Descenso?
Seguramente no; más bien se trata de perpetuar la secuencia de una forma de cultura, de mantener el fluir del tiempo. Ese es el verdadero desafío de 24 Descensos; más que el de hacer el veinticinco, el de lograr el veintiséis, el veintisiete,…».
Llamará la atención en el párrafo anterior la acidez de las referencias al mundo institucional (el federativo de la natación y la entonces Subsecretaría de Turismo de la Administración Central). Había razones para ello, aunque no sea cuestión de extenderse en tal sentido en el presente escrito. Años después la marea daría la vuelta y empezaría a ayudar.
Aparte de la determinación de la gente de Navia de mantener el acontecimiento, hay que insistir en la importancia que, para el futuro, tiene la actitud hacia el Descenso de las gentes de la natación (no del estamento federativo) y, en especial, la de los nadadores de base. El espíritu de la competición (en el que se combina la seriedad deportiva con una alegre camaradería) ya ha calado profundamente en unos cuantos clubes españoles (y algunos extranjeros- Permítasenos aquí recordar a dos de ellos especialmente significativos: Zian (La Haya/Holanda) y Académica de Coimbra (Portugal). Y, entre los españoles, cuya lista sería interminable, habría que citar, sin desdoro de otros muchos, a los Canoe, Coruña, Encinas de Boadilla, Judizmendi, Marina de Ferrol, Náutica de Portugalete, Parayas, Prat, Sabadell, Sant Andreu, Venatoria,… a los asturianos de Covadonga, Oviedo, Santa Olaya… En Navia tenemos mucho que agradecerles) que persisten en acudir a Navia con renovada ilusión año tras año durante la larga etapa que, en un párrafo anterior, se ha calificado de travesía del desierto. Una circunstancia que no se debilita con el tiempo sino que va a más incesantemente.
También resulta ahora notorio como, en todos esos años, en Navia se estaba luchando –siempre de forma bastante intuitiva (y, desde luego, con la organización del Descenso abandonada a su propia suerte por los que, desde instancias superiores deportivas y administrativas, hubieran debido guiarla y respaldarla)- por ajustarse a los planteamientos de la natación seria. La manifestación externa más importante de ese esfuerzo de adaptación es, sin duda, el emperramiento que se ponía en insistir sin descanso en que en Navia se construyese una piscina (también en este terreno la demanda iba evolucionando con el tiempo: a finales de los 70 se pedía una piscina descubierta; diez años más tarde ya sólo se admitía una cubierta). Y no hay que olvidar aquí un antecedente que ya evidenciaba la apetencia por una piscina: la creación en 1967 del denominado “Criterium de los Ases”, en el que la dársena del puerto de Navia se transformaba en una piscina con calles delimitadas por corcheras, en la que se nadaban pruebas de braza, espalda, mariposa,… todo ello controlado por cronometradores, jueces de viraje y de llegada, etc (El Criterium de Ases dejaría de celebrarse a finales de la década de 1990 a causa de la instalación en la dársena de Navia de varios pantalanes para amarre de embarcaciones deportivas, ocupando el único espacio donde podían instalarse las corcheras).
Las acciones instintivas de adaptación se aprecian también en las modificaciones que se van realizando sobre la prueba deportiva del Descenso, con los alargamientos progresivos del recorrido a los que se ha hecho ya referencia. Y, en paralelo, la carencia en aquellos años de un reglamento oficial específico para pruebas en aguas abiertas lleva a la organización de Navia a crear, a finales de los 70 y principios de los 80, un conjunto de normas para regular la competición deportiva. Surge así una documentación marco del Descenso, entre la que hay que destacar esencialmente tres textos: las Bases de convocatoria de la prueba, el Reglamento (donde se especifican los mecanismos de control a poner en juego, desarrollando figuras como la de jefe de prueba, coordinador, anotadores, etc.) y el denominado Elaboración de clasificaciones y de actas de entrega de trofeos. Existe media docena de documentos más (Instrucciones para Jefes de Equipo, Normas de acampada, Bases del Criterium,…) pero los tres antes citados son los esenciales.
Una primera manifestación de un cambio de tendencia sobreviene en 1988, con la declaración del aconte-cimiento del Descenso como Fiesta de Interés Turístico Nacional por la antes arisca Subsecretaría de Turismo. Dos años más tarde es el Centro Asturiano de Madrid quien le otorga el Picu Urriellu 1990, en agradecimiento por la labor que realiza de promoción de la imagen y valores de Asturias.
Estos reconocimientos no distraen a la Asociación de sus líneas eje de actuación -las ya aludidas de fomento de la natación como deporte de base y promoción del Descenso entre los nadadores de élite Y así, año tras año, se llega al principio de la década de 1990 en la ignorancia de que la natación oficial está ahora prestando atención a la especialidad en aguas abiertas. No es la organización de Navia la única que desconoce ese hecho. Todavía en esa época un directivo importante de la natación asturiana manifestaba a la gente del Descenso que «lo que venís haciendo tiene un mérito enorme pero, convenceos, su valor deportivo es insignificante».
En 1995 la organización propone al entonces Presidente de la Real Fede-ración Española de Natación, Rafael Blanco, ser el Pregonero del Descenso. No se pensaba que la idea fuese a cuajar por el distanciamiento que se creía advertir entre lo que se estaba haciendo en Navia y los plantea-mientos de la natación oficial pero ¡sorpresa! Rafael Blanco acepta y acude a Navia a pronunciar el Pregón.